Entre los días 20 y 28 de noviembre estuvimos recorriendo territorios-pueblos catamarqueños arrasados y amenazados por la gran minería: el Salar del Hombre Muerto, en Antofagasta de la Sierra; Andalgalá, viviendo la tortura del pretendido desarrollo de Mara (la explotación de la mina Agua Rica), y Fiambalá, resistiendo al atropello de la empresa Zijin-Liex con la infaltable complicidad de las autoridades de gobierno en todos sus poderes y niveles.
Al recorrido lo hicimos Pato y Rosi, de Be. Pe., con Alessandro Cinque, fotoperiodista italiano, con experiencia de residencia y convivencia en Perú, entre comunidades indígenas afectadas por la mega minería. Y justamente, el objetivo principal del viaje fue tomar contacto con las personas que habitan estos territorios, se sienten arraigadas en ellos, y, por lo tanto, los defienden con todo lo que tienen: sus propias vidas.
El paisaje, la fuerza cósmica emanando de la tierra, la presencia inteligente de las criaturas rocas, vegetales, animales… se hicieron oídos y registros de las conversas compartidas. Aprendimos que el ojo avezado de Alessandro sabe conjugar paisajes y rostros; cuerpos y huellas; luces y sombras; historias y geografías habitadas. Con sus fotos logra retratar la impudicia del extractivismo minero, motor fundamental del sistema hegemónico capitalista – colonial – patriarcal. En su obra “Perú, un estado tóxico”, adelanta una síntesis de su trabajo de investigación y registro testimonial de voces y de rostros; entre sus páginas reveladoras del drama de más de cinco siglos, podemos leer:
En la actualidad, los Andes siguen albergando algunas de las comunidades indígenas y quechuhablantes más pobres del país, cuya riqueza fue saqueada por los españoles y ahora es explotada por empresas multinacionales. Respaldadas por las políticas de laissez-faire de un Estado neoliberal, las grandes compañías han recorrido los Andes en busca de metales. El precio a pagar ha sido la salud de los indígenas peruanos, cuyas fuentes de agua se han visto afectadas y contaminadas por la minería. Decenas de ellos tienen metales pesados en la sangre, provocando anemia, enfermedades respiratorias y cardiovasculares, cáncer y malformaciones congénitas. La minería también ha saqueado su riqueza creando campos muertos y matando al ganado, el motor de la economía de la población local. Además, ha llevado a la pérdida del folclore y la identidad andina.
Esto, que es parte del saber adquirido por Alessandro luego de seis años de permanencia y viajes por territorios peruanos, hace parte también de un proyecto más amplio y complejo: visibilizar los daños provocados por el extractivismo minero en los Andes sudamericanos. Además del Perú, ya estuvo en Ecuador y Bolivia. Ahora empieza sus andanzas por territorios andinos de Argentina, haciendo de Catamarca el inicio de su travesía.
A partir de ahora, otras personas serán quienes revelen –desde la experiencia sufrida, vivida en carne propia- los procesos de despojo, empobrecimiento, vulneración de derechos, ruptura de tejidos sociales, sometimiento, persecución, criminalización, engaño, manipulación, muerte lentamente anunciada dejadas por la gran minería. De todo esto saben las personas que habitan estos territorios, aunque no todas lo atestiguan, sea por miedo, engaño o sumisión; tal vez, complicidad de intereses. Es necesario entonces contactar con las personas que se acuerpan en organizaciones: Comunidad de Atacameños y Atacameñas del Altiplano de Antofagasta de la Sierra; Asambleas El Algarrobo, Choya, Radio El Algarrobo, de Andalgalá, o la Asociación ACAMPA, de familias de campesinxs del Abaucán en Fiambalá.
Son las personas que se han librado de la soberbia androcéntrica – colonial – capitalista de creerse dueños- propietarios de la tierra; por el contrario, se reconocen hijas de la Madre Tierra, pertenecientes a sus entrañas fecundas, necesitadas del vínculo que genera vida y comunidad.
Son las personas que se han librado de la perversión capitalista que considera riqueza lo que es dinero, invento moderno creado para dominar; por el contrario, son personas conscientes de que la riqueza verdadera está en las fuentes de la vida, en la tierra, en el agua, en el aire, en las relaciones fraternas y amistosas.
Son las personas que se han librado del poder opresor generado por la falaz economía del mercado; por el contrario, son personas libres en su decisión de construir alternativas genuinas de reproducción de la vida con dignidad y justicia. Con ternura y con coraje; con rebeldía y creatividad; con esfuerzo y aprendizajes compartidos.
Son las personas que tratamos de ser. Muchas, incontables, diversas, militantes de las causas que sostienen
¡Basta de extractivismo!
¡El agua vale más que el litio!
¡El territorio no se vende, se defiende!